Un parque Pinball, un parque para divertirse.

La Presencia del Valle del Guadalhorce se impone en las vistas del lugar, formamos parte del valle y el parque lo hace parte de su esencia, y como es natural el terreno desciende hacia el valle, el terreno desciende y nosotros nos elevamos, queremos sentir el aire al bajar hacia el valle.

El parque es movimiento, es elevación, el parque es un lugar de encuentro, el parque es convivencia, el parque es naturaleza, el parque es arquitectura que flota y lleva, en el parque todos tienen su lugar, el parque es un lugar para todos, niños, ancianos, jóvenes, adultos, parejas, enamorados, estudiantes, solitarios, gregarios, amantes de los perros y niños dispuestos a quedar empapados en la fuente de los juegos de agua, skaters que descienden veloces por la pasarela y en el parque del skate desafían a la gravedad, amigas que se encuentran en el graderío y observando el mundo fuman un cigarro, padres que sentados en una mesa de la terraza del quiosco miran jugar a sus hijos, esa pareja que a la sombra de una encina hace deportes en los aparatos sin saber que practican el noble arte de la calistenia, para el grupo de amigos que se reúnen en el rincón del parque que les permite estudiar y conectarse al wifi , para esa chica que mira jugar a su perro en los juegos repartidos por el parque de los perros, mientras charla con el amigo al que ve todos los días a la misma hora, para esa pareja que lentamente baja hacia la pasarela del valle y desde allí contempla el fluir de la vida e imagina cuando el mar llegaba hasta las orillas de Cártama y para aquel que tras ver la exposición decide tomar un café y para aquellos que simplemente deambulan en este territorio en el que todos tienen un lugar

Proyecto realizado con Virginia Baena Rodríguez, arquitecta y Carlos Castaño Gil, estudiante de arquitectura